Desperate houseviwes (la escuela)

En un rincón del Distrito Federal de México, jóvenes féminas toman un curso para ser “cónyuges perfectas”. Según el programa de su creadora, Tota Topete, el secreto del matrimonio feliz está en sus manos; y agujas, hilos, sartenes y flores frescas son las herramientas. También se dan algunos consejos, como no hablar mal de un presidente, no elegir un comunista por marido y no usar turquesas en invierno. Crónica de un anacronismo bien actual.

T/ Ágata Székely (Desde México)
F/ Israel Hernández


Ellas tienen un tallarín recién hecho entre los dedos y le miran el centro, para verificar el minúsculo blanco interno que indica que está al dente. Lo observan y se lo pasan. La mayoría tiene poco más de veinte años, aunque un par pasa los treinta. Otros días va el grupo adolescente (niñas de trece a dieciocho). A ésas les cuesta más concentrarse, aprender. Esto ocurre en la ciudad de México, Distrito Federal, durante un jueves del siglo veintiuno. La “escuela para esposas” de Tota Topete es en una casa de la residencial y elegante colonia Jardines del Pedregal, al sur de la ciudad. El módulo culinario es la última clase. Antes hubo Costura –cómo hacer un ojal o poner una presilla–, arreglos florales –cómo poner flores en un florero redondo o en uno ovalado– e Imagen –cómo hacer que digan “qué bonita te ves y no qué bonito es tu suéter”.
Tota Topete es madre, abuela y técnica en educación familiar (carrera que ya no existe). Da clases a mujeres sobre cómo llevar un matrimonio feliz y ser “completas” y “perfectas” desde hace más de 40 años. Los cursos están repletos y siempre hay lista de espera. Y la fórmula de la felicidad parece ser la misma que hace cuatro décadas: “El hombre se casa con la ilusión de que la mujer le cocine, y las primeras desilusiones, problemas y dificultades vienen al ver que ellas no saben hacer nada –asegura Tota, y continúa–. Los hombres son mejores cocineros que las mujeres, claro, pero no les toca. Ahora dicen que todo lo deberíamos hacer como iguales. Pero yo creo que no. Dios nos hizo diferentes para algo. El ideal de este curso es que el matrimonio nunca termine. Porque eso es lo que les enseño: que hagan felices al esposo y él las valore y sepa agradecer el que ellas sean amas de casa perfectas”.
(Continúa en la revista...)

Surrealismo Ilustrado

Las ilustraciones del talentoso alemán Olaf Hajek son un estallido de colores y texturas. Surrealistas en su mayoría, transportan a quien las admira a un mundo de fantasías en el que hay mujeres con cabezas de conejo, mariposas gigantes y plantas que brotan de todos lados. Su arte es figurativo, pero a su vez nada tiene que ver con la realidad que nos toca. Ojalá así fuese…
Aquí les mostramos dos de las imágenes que publicamos en el porfolio de Gata Flora 5.

Hajek Olaf, Natura Morte (Personal Art).

Hajek Olaf, Mother Nature (Personal Art).


Adelanto nota de tapa



T/ Agustina Fernandez
I/ Celina Hilbert


“Una tarde, estaba ayudando a mamá a lavar platos; ella los lavaba y yo los secaba; por la ventana, veía la pared del cuartel de bomberos y otras cocinas donde otras mujeres frotaban cacerolas o pelaban verduras. Cada día, el almuerzo, la comida; cada día lavar platos; esas horas infinitamente repetidas que no llevan a ninguna parte: ¿viviría yo así? (…) No, me dije mientras ordenaba en la alacena una pila de platos, mi vida conducirá a alguna parte. Felizmente no estaba condenada a un destino de ama de casa. Mi padre no era feminista; admiraba la sabiduría de las novelas de Colette Yver donde la abogada, la doctora, terminan por sacrificar su carrera a la armonía del hogar; pero la necesidad hace ley: “vosotras hijitas, no os casareis –repetía a menudo-. No tenéis dote, tendréis que trabajar”. Yo prefería infinitamente la perspectiva de un oficio a la del matrimonio; permitía esperanzas. Había mucha gente que había hecho cosas: yo también quería”.
Memorias de una joven formal


Al mirar las fotos que la retratan en su adultez, todo aquel que no la conoce podría decir que Simone de Beauvoir era una “institutriz con zapatos de taco chato”, como la llamó alguna vez Nelson Algreen, el escritor norteamericano y su gran amante (después de Sartre, claro). Pero ocurre que esa mujer de turbante rojo, eterno rodete y ojos claros, esa señora que vestía con total modestia, fue un verdadero terremoto, tanto para su época, como para las que le siguieron y le seguirán.

¿Se la imaginan deambulando por los cafés de Montparnasse, en París, gastándose en alcohol y drogas estimulantes el dinero que ganaba con las clases de filosofía que daba? ¿Al frente de manifestaciones feministas? ¿Sola de viaje por el mundo para solidarizarse con alguna causa tan ajena como propia? ¿Cruzando el océano para visitar a algún amante? ¿Publicando un libro que pondría en jaque el concepto “mujer” desde que este existe? Pues bien, tendrán que poner su imaginación al poder porque Beauvoir hizo todo esto y más, en una época en la que la mujer no tenía un destino más allá del ámbito doméstico.

Simone es otra de nuestras denuncias contra la frase: “Detrás de todo gran hombre hay una gran mujer”. Porque si bien ella, contradiciendo por momentos la imagen de mujer emancipada y libre que promulgaba, se aferró con fanatismo al filósofo Jean Paul Sartre, construyó su propia existencia a base de un meticuloso empeño “por ser”: profesional, exitosa, escritora, famosa, interesante, inteligente, luchadora, rebelde, inconformista… Y si alguna vez fue la sombra de Sartre fue porque ella así lo quiso.

“El Castor”, como la apodó su gran amor en honor a su ímpetu por trabajar y producir, fue una idealista empedernida que narró en vida su historia. Muchos la tildaron de exhibicionista, pero tantos otros aseguran que este afán por contarlo todo tenía que ver con su intención de no sustraerse como objeto de análisis de sus investigaciones. Por eso mismo es ahora, cuando se cumplen 100 años de su nacimiento desde aquel 9 de enero de 1908, un buen momento para sacar conclusiones y cuentas de cuánto le debemos como mujeres a Simone de Beauvoir.

(Continúa en la revista...)

Bienvenidos



Con estas palabras -sencillas pero solemnes- inauguramos nuestro blog. Este será un espacio más de comunicación para Gata Flora, donde podremos tener un diálogo más fluido con ustedes, nuestros lectores, y así retroalimentarnos mutuamente.

Iremos posteando fragmentos de notas, entrevistas, porfolios, cartas, dibujos, mails, impresiones, convocatorias... La idea es salirnos de las páginas de nuestro objeto de deseo para participar también de este mundo paralelo, que es la web. Pero ojo, Gata Flora es una revista en papel, que se siente muy bien al tacto y queda muy linda en cualquier espacio.

Bienvenidos.


Agustina Fernandez
Directora